
Desde siempre me ha gustado la competición en cualquier disciplina que practico, es más, creo que es necesario competir para seguir entrenando con regularidad a un cierto nivel y tener una motivación. Cuando tomas la salida, ya sea en una media maratón, triatlón, travesía a nado o cualquier otra prueba deportiva, piensas en una estrategia a seguir durante la misma, si estás bien colocado en la salida, qué vas a tomar en cada avituallamiento o quién toma la salida junto a ti que tenga tu mismo nivel. Piensas en las horas que has empleado para prepararte dicha prueba y el sacrificio que has tenido que hacer tú y tu familia para que estés ahí, en esa línea de salida. Todos esos pensamientos te hacen sacar lo mejor de ti y eso está muy bien, pero hay mucho más al otro lado de la meta.
Este pasado sábado en el Trail Virgen de las Piedras en Villaluenga del Rosario, estos pensamientos y estas sensaciones me cambiaron para siempre. No es que dejé de sentir eso, porque creo que es inevitable y necesario, pero me di cuenta de la importancia que tiene la labor que hacen otras personas y la responsabilidad que soportan estas para que tú estés en esa línea de salida que hablamos.
Este pasado sábado en Villaluenga no crucé la línea de salida, me hubiera encantado ya que la carrera así lo merecía. En ese momento que dieron el pistoletazo estaba a unos pocos kilómetros de la salida, estaba en un avituallamiento junto con otros compañeros y ayudando a nuestros amigos Alex e Ismael, organizadores del evento.
La jornada empezó desde temprano saliendo desde San Ferrnando después de pasar por la tienda para recoger carpa, mesas y banderas. Después de una hora y media de carretera, llegamos al pueblo de Villaluenga unas pocas horas antes de la salida. Una vez allí nos reunimos con los compañeros de club, más amigos, risas, muchos nervios en el ambiente, cafelito y a ponernos en marcha. Salimos en busca de Alex e Ismael que están atacados atendiendo a todo el que lo necesitara y ultimando mil detalles antes de la salida. Por nuestra parte, nos dan las indicaciones para cargar la furgoneta y dejarlo todo listo para partir hacia el avituallamiento.
No sé cuántos litros de agua, otros tantos de bebida isotónica, coca cola, plátanos, melón, chocolate y frutos secos, hoja de control y luces. ¡Eso solo para nuestro avituallamiento! Quedan cuatro avituallamientos más. Ahí me surgió mi primera duda:¿cómo pueden mover todo esto a lo largo de 31kms que recorría la carrera? ¿Habrá suficientes voluntarios para cada avituallamiento y repartir tanta cantidad de agua y comida? Me limito a cargar la furgoneta y partir dirección al Puerto del Boyar.
En un principio somos tres personas para atender ese segundo avituallamiento de carrera. Una vez que llegamos al puerto había otra compañera, y un rato más tarde llegaron otros dos amigos. Un total de 6 personas para atender a más de trescientas que pasaban por ese punto, no lo veía claro, pero bueno, a ver que salía de ahí. La salida se daba a las 21:30 desde Villaluenga, a las 21:45 estaba todo listo, vasos llenos, fruta y chocolate cortado, luz colocada, un poco de música y a esperar al primer corredor.
Durante la espera estábamos algo nerviosos, queríamos que saliera todo bien, queríamos que cada corredor saliese satisfecho de ese avituallamiento y con algo más de fuerzas y ánimos de antes de pasar por nosotros.
Por fin se ve llegar la luz del primer corredor, está todo dispuesto, colocado al detalle y de la manera más cómoda para que el corredor no se tenga que parar si no quiere. Y así fue, el primer corredor pasó y casi ni lo vimos. Tuvo que pasar unos cinco minutos para ver llegar al segundo corredor y, pegado a él, el tercero y el cuarto. Estos sí se pararon y pudimos hablar con ellos, atenderlos, ofrecerle lo que había en las mesas y reponer sus bidones.
Cuando estás ahí detrás en esa posición, quieres que el corredor esté a gusto, que se sienta bien, quieres notar que el corredor sale satisfecho y si puede ser con una sonrisa pues mejor. Pero ¿por qué? ¿me dan algo por eso? ¿les conozco para tratarlos así? ¿que hago aquí perdiendo el tiempo con esta gente pudiendo estar compitiendo o entrenando, o pasando el día con la familia? En ese momento esos pensamientos ni se me pasan por la cabeza, y os aseguro que a mis compañeros de avituallamiento del Trail Virgen de las Piedras tampoco.
Siguen llegando corredores y el avituallamiento se convierte en un caos controlado. La mayoría querían liquido, cogían fruta, se le rellenaba el bidón que traía, los dos o tres bidones o los tres bidones y la bolsa de hidratación que lleva a la espalda. Intentábamos atender a todos y cada uno, no queríamos que nadie perdiera más tiempo del necesario. Dábamos ánimos a todos los corredores, tanto el que iba justo de fuerzas como el que iba sobrado, nos hacíamos fotos con la gente conocida, con amigos y con familiares que estaban ahí dándolo todo en la carrera.
Cada corredor lo estaba dando todo, se estaban dejando las piernas en cada subida y en cada bajada técnica. Dándolo todo al igual que nosotros, mis compañeros de avituallamiento, como los otros cuatros avituallamientos más que había montado, al igual que todos los voluntarios. Voluntarios colocados en los puntos conflictivos para que nadie se perdiera, voluntarios que colocaron las balizas y las recogieron cuando todo terminó y voluntarios para que la carrera se pueda realizar, cada uno ofreciendo su mejor sonrisa y sin esperar nada a cambio. Ni si quiera un “gracias” por parte del corredor.
Al cabo de unas pocas horas dejaron de pasar corredores, era hora de recoger todo, dejarlo todo perfecto, tal y como lo habíamos encontrado. Entre todos nos pusimos a recoger con caras de sueño y cansancio pero contentos porque todo salió bien, nos lo pasamos de lujo y no hubo incidencias graves. Vuelta a cargar la furgoneta con las mesas, carpas, banderas y lo poco que había sobrado del avituallamiento. Vamos de vuelta a Villaluenga.
Empezó la jornada a primeras horas de la tarde y terminó para mí a las cinco de la madrugada. A esas horas aún había voluntarios regados por ahí, recogiendo los últimos avituallamientos, recogiendo las balizas y de vuelta de los puntos conflictivos de este Trail Virgen de las Piedras. ¿Tantas horas de trabajo para qué? me vuelvo a preguntar. ¿Dónde está la recompensa de tantas horas empleadas sin protestar? ¿Merece la pena tanto esfuerzo para que no te lo agradezcan? En mi caso, no me hace falta que me agradezcan nada porque viendo las caras de cada corredor pasar por el avituallamiento, viendo las caras de agradecimiento de Alex e Ismael, con eso me sobra para volver a repetir las veces que sea.
Esta experiencia ha sido una de las que más me ha aportado desde que empecé a competir. Me ha servido para darme cuenta de la importancia de cada uno de los voluntarios, de su labor desinteresada. Siempre se dice en todas las competiciones que sin los voluntarios no sería posible una prueba, pero no terminas de valorarlo, no te das cuenta de la importancia que tienen. Por eso, animo a que todo el que compita que alguna vez se ponga en ese lugar, que colabore con una prueba y que se ponga al otro lado. Seguro que cambias tu perspectiva de ver una prueba.
Por mi parte, me ha cambiado la manera de ver la competición y una cosa es segura, y es que nunca me iré de un avituallamiento o un cruce donde haya un voluntario sin dedicar un saludo o un ¡¡GRACIAS AMIGO!!.